Gonzalo Jiménez de Quesada conquistó el territorio ocupado por la civilización muisca. Durante su campaña militar se quemaron los centros ceremoniales indígenas, se asesinaron a varios caciques y a los Zipas Tisquesusa y Sagipa, y se repartieron a los indígenas en encomiendas. Quesada es venerado en Colombia porque los historiadores del siglo XIX querían despreciar la cultura indígena y exaltar el origen español y “civilizado” de Bogotá.
Por: Alejandro García Hernández
Gonzalo Jiménez de Quesada nació en 1509 en Granada, España. Sus padres fueron Luis Gonzalo Jiménez e Isabel Rivera de Quesada. Su padre fue abogado y juez en Granada, por lo que Gonzalo creció en una familia de clase media burguesa. Fue parte de las tropas españolas durante la Guerra de la Liga de Cognac en Italia y participó en el saqueo de Roma del 6 de mayo de 1527. Estudió y se licenció en Derecho en la Universidad de Salamanca y ejerció como abogado en la Real Audiencia de Granada.

Foto: Andrew Bertram y Baiji
A mediados de 1535, por problemas financieros de su familia, Jiménez de Quesada y su hermano Hernán Pérez de Quesada se embarcaron a la expedición de Pedro Fernández de Lugo, quienes habían contratado con la Corona española la gobernación de Santa Marta. Los hermanos aspiraban a conseguir grandes riquezas en el nuevo mundo. Jiménez de Quesada es nombrado en el cargo de teniente de gobernador para administrar justicia. La expedición partió del puerto de Santa Cruz de Tenerife.
En 1536, Pedro Fernández de Lugo, llegó a la ciudad de Santa Marta con una nutrida expedición de cerca de mil personas, para tomar posesión de la gobernación que le había sido concedida. Sin embargo, la ciudad tenía graves problemas porque estaba sobrepoblada, sus habitantes sufrían hambre y enfermedades y era atacada continuamente por indígenas que se dedicaban a incendiar todo lo que pudieran.
La provincia de Santa Marta no tenía unos límites claros. Por el oriente limitaba con la gobernación de Venezuela. Por el occidente el río de la Magdalena marcaba el límite con la gobernación de Cartagena, y hacia el sur se extendía tierra adentro en un espacio mal conocido, pero que se pensaba que podía extenderse hasta el Perú y el llamado mar del Sur. Por lo que Fernández de Lugo decidió aprovechar la sobrepoblación de la ciudad para organizar una expedición hacia el sur por el rio Magdalena para conocer su nacimiento, determinar si este estaba en tierras de los incas y saquear los tesoros de las comunidades indígenas que se encontrasen, según Gamboa (2013).
Expedición conquistadora de Jiménez de Quesada
Lugo designó a Gonzalo Jiménez de Quesada para que organizara una expedición que remontara todo el río Magdalena hasta llegar al Perú. Jiménez de Quezada reunió cerca de 800 hombres y ordenó que 670 fueran a pie bajo su mando, siguiendo la misma ruta terrestre de la expedición que antes había patrocinado García de Lerma y el resto se embarcaría en 5 bergantines, a mando del capitán Urbina, que entrarían por la desembocadura del río.
Los dos grupos debían encontrarse en Sompallón, el cual era el máximo avance logrado hasta el momento, para continuar la jornada juntos. El 5 de abril de 1536, Jiménez de Quesada partió, rodeó la Sierra Nevada, pasó por Valledupar, Chiriguaná, Tamalameque y Sompallón. La flota sufrió un infortunio porque dos barcos naufragaron cuando entraron en Bocas de Ceniza, pero lograron llegar al punto de encuentro para continuar la expedición por el río Magdalena hacia el sur. Hasta ese momento los muertos ya ascendían a unos 100 hombres y en el siniestro naval murió el capitán Urbina, por lo que fue remplazado por el capitán Gallegos.
En las instrucciones de la expedición que debía emprender Jiménez de Quesada quedó estipulado que el contingente, en su ruta hacia el Perú, debía procurar la paz con los indígenas que hallase en el transcurso y la obligación de pedirles oro para consolidar el proceso de conquista. Si los pueblos originarios se negaban a pactar la paz y a colaborar con la causa española, el capitán general podría emprender contra ellos una guerra a sangre y fuego, la llamada «justa guerra», que permitía apropiarse de los bienes de los enemigos e incluso esclavizarlos, de acuerdo con Rueda.
A lo largo de la expedición, Jiménez de Quesada atacó a distintas comunidades indígenas y consiguió someter a otras. Sin embargo, a todos los indígenas los llamaban “indios caribes” o “indios de guerra”, por lo que no es posible determinar con cuáles pueblos indígenas tuvo contacto.
Los indígenas sometidos sirvieron de intérpretes, guías, cargueros y lucharon junto a los españoles contra otros indígenas. Durante su travesía sufrieron calamidades por el clima, las enfermedades, las fieras y la guerra que ocasionaron la muerte de indígenas y europeos, conforme a Gamboa (2013).
Los españoles llegaron a un sitio que llamaron La Tora, actual Barrancabermeja, en donde se encontraba una comunidad indígena que fue violentamente sometida. Allí se enteraron de que existía una comunidad indígena desarrollada que comercializaba sal y mantas pintadas muy finas producidas por hábiles artesanos. El Ejército cansado de la travesía y de no percibir mayores recolecciones de oro decidió no continuar la expedición por el río Magdalena para ir a buscar dicha comunidad indígena desarrollada porque creía que conseguiría grandes riquezas.
Desde Sompallón hasta La Tora murieron otros 100 hombres. En La Tora duraron tres meses esperando buenas condiciones climáticas para remontar la cordillera, al cabo de los cuales murieron otros 200 hombres. Finalmente, los hombres heridos y enfermos embarcaron en los bergantines al mando del capitán Gallegos para devolverse a Santa Marta. De forma que sólo quedaron cerca de 200 hombres, quienes remontaron la cordillera por el río Opón y llegaron al altiplano cundiboyacense, donde se encontraron con los muiscas.
El 9 de marzo de 1537, los conquistadores llegaron a La Grita, en las proximidades de Vélez, el primer pueblo de habla chibcha con el que tuvieron contacto. Allí recolectaron 1.173 pesos de oro fino y 73 de oro bajo, mucho más de lo que habían logrado en toda la expedición. Al llegar al territorio del Zaque Quemuenchatocha fueron recibidos amablemente, se les ofreció bebidas, comida, abrigo y refugio. Jiménez de Quesada atravesó el territorio del Zaque de forma pacífica porque quería hacer un reconocimiento sobre las poblaciones y sus riquezas, para evitar que estas últimas fueran escondidas en un ataque sorpresivo.
El 22 de marzo, Gonzalo Jiménez de Quesada inició un ataque militar en la sabana dominada por el Zipa Tisquesusa para recolectar todos los tesoros que debía tener esta comunidad indígena desarrollada.
Los indígenas no esperaban que los españoles los atacaran y apenas lograron organizar un Ejército con flechas sin venos. Jiménez de Quesada y sus huestes, con armas más letales, avanzaron por Cajicá, Chía, Suba y ocuparon Bacatá el 21 de abril.
Tisquesusa logra escapar de la toma de Bacatá con su comunidad y se refugia en Facatativá. Los españoles inician una persecución al Zipa para obtener su tesoro, pero no logran hallarlo por lo que deciden iniciar una campaña militar en todas las poblaciones muiscas dominadas por el Zaque.
El Zaque y los caciques de sus dominios quisieron evitar a toda costa una confrontación violenta, múltiples veces les mandaron regalos y ofertas de paz, pero esos regalos eran tan ostentosos que sólo alimentaron la avaricia de los españoles.
Durante la campaña militar de Quesada se inmolaron a los principales caciques y se saqueó grandes cantidades de oro y esmeraldas de todas las poblaciones. El 20 de agosto de 1537 llegan a Tunja, se toman la ciudad, la saquean, masacran a los líderes indígenas y capturan al Zaque a quien amenazan con torturarlo sino entrega todo su tesoro. El Zaque, tras revelar y entregar todo lo que le pidieron los españoles, recupera su libertad y se retira a Ramiriquí, Boyacá, donde muere al poco tiempo de pena moral.
En 1538, Quesada ataca los cacicazgos sagrados de Tundama e Iraca, ubicados en Duitama y Sogamoso, en donde queman sus lugares de culto, matan al cacique de Tundama y al cacique religioso de Iraca, Sugamuxi, máximo líder religioso de los muiscas, lo arrestan y lo bautizan cómo “Don Alfonso”, tras ser liberado muere de pena moral al poco tiempo. Todo esto lo hicieron para demostrar que su religión no los protegía y que la religión verdadera era la católica.
Gonzalo Jiménez de Quesada se devuelve a los dominios del Zipa para hallar su ubicación y para conseguirlo tortura a los indígenas para que revelen su ubicación. Finalmente, un niño le dice que se encuentra en Facatativá, a donde se movilizan y atacan de sorpresa por la noche. En medio de la masacre asesinan sin querer al Zipa Tisquesusa, por lo que no pudieron torturarlo para que revelara la ubicación de sus tesoros. Tras su muerte, Sagipa heredó el Zipazgo y tuvo que continuar con la defensa ante los ataques españoles.
El 6 de agosto de 1538, Jiménez de Quesada declaró la conquista del territorio en favor de los reyes de España y obligó a los indígenas de Guatavita a construir una ciudad para los españoles a la que llamó Santafé y a los territorios que conquistó los nombró Nuevo Reino de Granada.
La desesperación de los indígenas por la ocupación violenta de los españoles los llevó a buscar estrategias para detener su ataque en contra de sus comunidades y hacerlos irse de su territorio. Una de estas estrategias fue decirles que El Dorado estaba en otra parte. Una estrategia del Zipa Sagipa fue decirle a Jiménez de Quesada que buscara tesoros en el territorio de los panches, los cuales eran indígenas más belicosos que los muiscas. No obstante, Jiménez de Quesada le exigió a Sagipa que mandare indígenas para que acompañaran y guiaran a sus tropas. Finalmente, los panches también fueron sometidos.
Jiménez de Quesada capturó a Sagipa en Tunja acusándolo de que él tenía el tesoro de Tisquesusa y que debía entregarlo. Sagipa entregó todo lo que pudo, pero él no sabía dónde estaba ese supuesto tesoro. Quesada, cegado por su avaricia, consideró que Sagipa debía tener más tesoros ocultos. Por esta razón, se le hizo un juicio a Sagipa en el que Jiménez de Quesada fue juez y fiscal y su hermano Hernán Pérez de Quesada fue el defensor de Sagipa. Fue condenado a tortura por no entregar los tesoros de Tisquesusa. Finalmente, Sagipa es sometido a múltiples actos de tortura durante los cuales muere. Uno de los actos de tortura que sufrió fue que le abrieron y quemaron los pies, al igual que Hernán Cortés hizo con Cuauhtémoc en México, según Hernández (1979).
En 1939, tras someter a los indígenas por la fuerza, Jiménez de Quesada repartió a los indígenas en encomiendas. Hernández (1979) afirma que esta era una institución social y económica de la colonia que se le imponía a una comunidad indígena para someterlos a la corona española, mantenerlos en un territorio especifico al cual llamaron resguardos, hacerles pagar tributos, aprovechar su fuerza laboral en cualquier actividad económica bajo la institución de la mita y educarlos según ordenara la Iglesia católica y la Corona española.
Jiménez de Quesada consideraba que la fuerza laboral de los indígenas era indispensable para el desarrollo de la colonia. Por ello, se preocupó por mantenerlos contentos y evitar sus levantamientos para que no dejaran de producir. Por esta razón, Quesada consideraba que se les debía permitir a los indígenas vivir bajo sus tradiciones, costumbres y organizaciones, siempre y cuando estas no fueran contrarias a la religión católica, a la soberanía del Rey y se cumplieran los fines de la encomienda.
El clima, la vegetación, los animales salvajes y las enfermedades tropicales cobraron una cuota de vidas muy alta. Al final de la expedición sólo sobrevivieron 178 hombres de los 800 que habían salido de Santa Marta, de acuerdo con Gamboa (2013).
La política de España en América era forjar un imperio a través de la guerra a los indígenas para apropiarse de sus tierras, robarles sus bienes y favorecerse de su fuerza laboral, sin importar la muerte de los conquistadores y de los indígenas.
La expedición logró consolidar el dominio sobre la zona central de este territorio, que fue bautizado por Quesada como el Nuevo Reino de Granada, en honor a su tierra natal, y consagró el río Magdalena como la principal vía de comunicación entre la costa Atlántica y las regiones montañosas centrales.
El botín de la expedición fue 191.294 pesos de oro fino, 32.288 pesos de oro bajo, 18.450 oro chafalonía, y 1.815 esmeraldas. El 6 de junio de 1538, con el tesoro obtenido se pagaron todos los gastos de la expedición, las obligatorias donaciones a la iglesia, la obligatoria erogación del quinto real y fue repartido entre los sobrevivientes del Ejército de Jiménez de Quesada un total de 148.000 pesos de oro fino, 16.964 pesos de oro bajo o de chafalonía y 1.455 esmeraldas.
Para buscar “El Dorado”, Jiménez de Quesada mandó exploraciones al valle de Neiva, al Amazonas y a los llanos. Estas expediciones se encontraron con las expediciones de Sebastián de Belalcázar, proveniente de Quito, y del alemán Nicolás de Federmann, que venía de Coro, Venezuela. Los conquistadores mostraron sus permisos expedicionarios y con base en ellos exigieron derechos sobre los territorios recién descubiertos, argumentando que la expedición de Jiménez de Quesada no tenía permiso de haber adelantado esa conquista.
Los conquistadores llegaron al acuerdo de que los tres viajarían a España para que la Corte de Madrid estableciera la propiedad jurídica del nuevo territorio. De esta forma, antes de partir a España los conquistadores dejaron el valle de Neiva bajo la jurisdicción del Perú, se repartieron los territorios y los indígenas en encomienda entre las huestes conquistadoras y la Corona, se ordenó que en la región se quedarían los soldados de los conquistadores para construir el grupo básico de colonización del altiplano, se cedió una buena cantidad de animales domésticos, aves de corral y herramientas necesarios para consolidar el establecimiento definitivo y se estableció un cabildo que se reunió por primera vez el 29 de abril de 1539 y un Gobierno en cabeza de Hernán Pérez de Quesada.
Procesos judiciales en España
Desde Santafé partieron hacia Cartagena, puerto del que zarparon en julio de 1539 hacia Sanlúcar de Barrameda, España. El 29 de noviembre, Jiménez de Quesada se presentó en la Casa de Contratación de Sevilla, donde entregó el quinto real consistente en 11.000 pesos de oro y 575 esmeraldas, conforme a Rueda.
Cuando Jiménez de Quesada llegó a España tuvo varios pleitos judiciales que provocaron el embargo de sus bienes. Tuvo que enfrentar un litigio con la Casa de Contratación por no haberse presentado inmediatamente después de su llegada y porque se sospechaba que había ingresado oro a España de manera clandestina para evadir los impuestos correspondientes.
Jiménez de Quesada aspiraba a que se le nombrara gobernador de los territorios que conquistó, pero Alonso Luis de Lugo, heredero de Pedro Fernández de Lugo, adelantó un juicio en su contra reclamando los derechos de los territorios descubiertos y el botín que le correspondía de la conquista del nuevo territorio, debido a que la expedición de Jiménez de Quesada había sido autorizada por el Gobierno de Pedro Fernández de Lugo. De esta forma, Alonso Luis de Lugo consiguió que se le nombrase gobernador de los territorios descubiertos.
Las denuncias de fray Bartolomé de las Casas sobre los maltratos y abusos de los indígenas por parte de los conquistadores ocasionaron que se comenzaran a condenar estos casos. Por esta razón, se adelantó un juicio a Jiménez de Quesada por los asesinatos de los Zipas y por maltratos, abusos e irregularidades contra los indígenas en el proceso de conquista del altiplano.
El 26 de diciembre de 1540 el licenciado logró que le devolvieran sus bienes embargados. Para evadir todos los pleitos en los que es vinculado, Quesada decidió usar las riquezas que había obtenido en América para huir de España y vivir clandestinamente en Francia e Italia. Por esta razón, el 17 de febrero de 1542 se expide una Real Cédula de orden de captura en su contra. A fines de 1545, se presentó en la Corte para defenderse y solucionar los pleitos pendientes. Pese a todo, Gonzalo Jiménez de Quesada logró salir impune de todas las acusaciones en su contra.
Jiménez de Quesada consiguió que el Consejo de Indias lo nombrase mariscal de la provincia del Nuevo Reino de Granada y regidor más antiguo del Cabildo de Santafé. Se le concedió una pensión vitalicia de 2.000 ducados anuales y se le devolvieron sus encomiendas de Sogamoso, Guatavita y Fontibón, que había perdido debido a los problemas judiciales que tuvo que afrontar.
Asimismo, Quesada logró que Santafé de Bogotá y Tunja fueran reconocidas cómo ciudades, que el Nuevo Reino de Granada fuera separada de la gobernación de Santa Marta, que se nombraran ocho corregidores para cada una de las nuevas localidades, que se tasaran los impuestos sobre el oro que debían pagar los conquistadores, que se instalara la Real Audiencia en Santafé de Bogotá, que esta se convirtiera en la capital del Nuevo Reino de Granada y que se expidieran algunas disposiciones para la administración civil y religiosa de los territorios recién descubiertos.
Regreso a América
Rueda afirma que en 1550 Jiménez de Quesada viajó al Nuevo Reino de Granada y llegó a Cartagena en febrero de 1551. A los pocos meses partió hacia Santafé de Bogotá, donde llegó a principios de junio.
Gonzalo Jiménez de Quesada aspiraba tener influencia en la administración colonial. Sin embargo, no lo consiguió debido a la llegada de personas con grandes caudales o con cartas de recomendaciones que se apropiaron de la administración de la colonia y acapararon todas las formas de explotación de riquezas.
Por el contrario, Jiménez de Quesada adquirió grandes deudas que lo llevaron a vivir en una precaria situación económica, lo que lo llevó dedicarse a su profesión de abogado. Resentido por esta situación, Quesada comenzó a hacer críticas ante distintas autoridades, las cuales no influían en el destino del país y generaron enemistad con los dirigentes de la colonia.
En 1556, Quesada fue enviado a Cartagena para adelantar el juicio de residencia que elevó Antonio de Heredia contra el doctor Juan Maldonado, su lugarteniente Jorge de Quintanilla, sus tenientes y oficiales a quienes se los acusaba de causar la muerte de su padre Pedro de Heredia, debido a que estos habían hecho acusaciones contra él que le obligaron a escapar furtivamente en un barco que luego naufragó.
Quesada condenó a Maldonado porque consideró este no había aportado las pruebas suficientes para dictaminar que Pedro Heredia si había cometido los actos por los que se le acusaban. No obstante, las actas de dicho juicio fueron archivadas y posteriormente Juan Maldonado fue nombrado oidor de la Real Audiencia de Santafé.
Para mejorar su situación económica, Quesada le propuso al Consejo de Indias cambiar su pensión por encomiendas de indios, lo cual fue aceptado. Para la época, el número de indígenas se había reducido dramáticamente, por lo que Quesada recibió unas pocas encomiendas de Cundinamarca y Boyacá, según Friede (1979).
Jiménez de Quesada enfermó de lepra y, por las estigmatización y prejuicios que recibían los pacientes de esta enfermedad, se tuvo que aislar en Suesca. Durante este tiempo se dedicó a escribir varias obras cómo “El Antijovio”, “Los Anales” y “Memoria sobre los descubridores y conquistadores que entraron conmigo a descubrir y conquistar este Nuevo Reino de Granada”, entre otros.
Gonzalo Jiménez de Quesada tenía la obsesión de conquistar los Llanos Orientales, donde creía que iba a encontrar “El Dorado”. En 1559 fue revocada la prohibición de emprender nuevas conquistas, por lo que Quesada solicitó esta conquista.
Para la autorización de esta conquista, la Real Audiencia le solicitó que presentara testigos cristianos que declararen sobre las posibilidades de sustento de la conquista, los caminos que existían y los indígenas que la habitaban, y un compromiso de gastar al menos 50.000 pesos en la expedición.
En 1565 le concedieron el título de adelantado en reconocimiento por la conquista del Nuevo Reino de Granada. En 1569, después de nueve años de negociaciones, la Real Audiencia le concede la conquista de los Llanos Orientales y del mítico «Dorado» entre los ríos Pauto y Papamene.
En este contrato se le otorgó a Jiménez el Gobierno del territorio, el derecho de usufructo para él y un heredero, la concesión del título de marqués o conde de la tierra que ocupare, así como el de alguacil. Finalmente, tenía el derecho de otorgar encomiendas y tierras, distribuir aguas y señalar ejidos y linderos de las poblaciones, siempre y cuando no fueran en perjuicio de los naturales. También se le permitía introducir 500 esclavos negros, dotar dos barcos e importar granos, reses y caballos de España, de acuerdo con Rueda.
Gracias a la fama de Quesada, la expedición reunió fácilmente a 400 soldados y 1.500 indígenas occidentalizados. Así mismo, adquirió una cuantiosa deuda para conseguir caballos, ganado y cerdos. De esta forma, la expedición salió en enero de 1570 desde San Juan de los Llanos y terminó en 1573. La expedición fue un total fracaso, no consiguió ninguna riqueza y sólo sobrevivieron 64 soldados y 4 indígenas.
Una vez se conoció el fracaso de la expedición conquistadora, los comerciantes y encomenderos que la habían financiado comenzaron a apremiar al anciano conquistador. Así mismo, se le reactivó un antiguo pleito por haber recibido 13.000 pesos que su hermano Hernán había extraído de la Caja Real. Por estas razones sus bienes fueron embargados y sólo se le permitió que recibiera 1.000 pesos anuales de sus encomiendas.
Quesada logró obtener la misión de pacificar a los indígenas Gualí que amenazaban las minas aledañas a Mariquita. Inició esta empresa hacia fines de 1573, y obtuvo relativos éxitos pues logró fundar la ciudad de Santa Águeda, pero a costa de un gran número de vidas de españoles e indígenas. Los indígenas lo cercaron y tuvo que ser rescatado por un ejército que envió la Audiencia de Santa Fe. Jiménez de Quesada permaneció en la gobernación de Mariquita, al frente de sus innumerables pleitos y haciendo escritos, hasta que murió el 16 de febrero de 1579.
Durante la conquista de Jiménez de Quesada sobre los muiscas se produjeron varios actos atroces cómo el incendio de los centros ceremoniales indígenas y el asesinato de varios caciques y de los Zipas Tisquesusa y Sagipa. A este último le abrieron y quemaron los pies, tal como Hernán Cortés lo hizo con Cuauhtémoc en México, en donde este acto se gravó y se condenó en la memoria histórica de los mexicanos. A diferencia, los colombianos al principio justificaron estos actos con diversos argumentos y con el tiempo han propiciado su olvido.
Esta diferencia en la memoria histórica de ambos países se demuestra en las representaciones de arte que se han realizado. En primer lugar, los mexicanos han perpetuado la quema de los pies de Cuauhtémoc con diversas muestras artísticas, por el contrario, los colombianos no han hecho ni siquiera la primera representación de la quema de los de Sagipa. Así mismo, los mexicanos no veneran ni le han erguido una estatua de Hernán Cortes, en contrate, los colombianos veneran a Jiménez de Quesada y le han erguido estatuas en su honor.
La exaltación de Gonzalo Jiménez de Quesada se debe a que los historiadores del siglo XIX buscaban relacionar el origen de la nación con las peculiaridades de este conquistador, como su raza blanca, su origen español, su religión católica, su profesión de abogado que lo envestía de justicia y legalidad y su dedicación a escribir que lo hacía parecer como un literato, conforme a González (2013).
De esta forma, se despreciaban las tradiciones, costumbres, cultura y religión de los indígenas y afrodescendientes y se imponía el discurso de la “civilización». A su vez, se sobrevaloraba la religión católica, la raza blanca, la cultura, las costumbres, las tradiciones y el idioma de los españoles. Así mismo, con el supuesto gusto literato de Jiménez de Quesada se quería dar un origen histórico a la literatura colombiana y fomentar el ideal de que Bogotá era la “Atenas sudamericana” por la historia, calidad y producción literaria.
Bibliografía
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Gonzalo Jiménez de Quesada atroz genocida
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