Prospectiva en Justicia y Desarrollo se une a la celebración del Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados. Reseña de momentos de la historia que han marcado graves daños a los recursos naturales e irreparables efectos nocivos para los seres humanos. La comunidad internacional ha tomado medidas para que jamás vuelvan a pasar hechos de tal magnitud.
Por: Hernando Aníbal García Dueñas
Naciones Unidas adoptó el 6 de noviembre de cada año como el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, con el propósito de recordar los efectos que contra la humanidad causan las disputas armadas a los ecosistemas del mundo.
Experiencias catastróficas
El uso de armas químicas y de destrucción masiva no solo puede causar graves daños a la población civil y al ambiente, en el desarrollo del conflicto armado, sino también son origen de perjuicios para las generaciones futuras por la contaminación de territorios, mares y ríos.
Estas situaciones se han dado en guerras, de las que el mundo ha sido escenario, como lo detallan los siguientes hechos:
Fin del manto de la superficie territorial en Francia
Al inicio de la primera guerra mundial en Verdum (norte de Francia), en pleno invierno (diciembre de 1916), se enfrentaron los franceses y alemanes, en una operación militar que por el uso de armamento bélico industrial dejó resultados catastróficos.
La guerra acabó con el manto de la superficie territorial. Se deformaron los terrenos -la colina de Mort-Homme perdió 8 metros de altura-, los bosques fueron arrasados, al punto que hoy es imposible el desarrollo de cultivos.
La naturaleza no pudo defenderse de la maquinaria de la guerra.
Se calcula que más de 300 mil personas perdieron la vida y otras 500 mil quedaron heridas. Además de la destrucción de 9 poblaciones ubicadas en el teatro de la guerra.
Se estima que en un solo día de guerra se usaron 300 mil proyectiles, con un sobrante de armamento de millones de proyectiles, que hoy se encuentran sin explotar y que ponen en riesgo la vida y la salud de la humanidad.
Lanzamiento de municiones al mar
En la Bahía de Bedford, en Nueva Escocia, en los límites entre Estados Unidos y Canadá, en el marco de la segunda guerra mundial, los norteamericanos decidieron deshacerse del armamento sobrante, y por miles de toneladas lo lanzaron al mar.
Los estadounidenses no advirtieron que la munición en poco tiempo perdería el recubrimiento de protección, que dejó expuestas sustancias como el trinitrotolueno –compuesto químico explosivo-, que pone en riesgo la vida marina y la de los humanos, por el consumo de alimentos alterados en su cadena alimentaria.
A su vez, en la Bahía de Gdansk (Polonia y Rusia), en la segunda guerra mundial (1939), se desarrolló la Batalla del golfo de Gdansk, que en su culminación condujo al lanzamiento de miles de toneladas de municiones al Mar Báltico.
Esta situación causó la contaminación a los recursos marinos, al punto que hoy existen zonas, donde ni siquiera se producen bacterias.
La tragedia se traduce en la destrucción de la vida por efectos de los agentes químicos, liberados por descomposición de las cubiertas de protección de contenedores.
Los efectos de la invención de la bomba nuclear
Por la invención de la bomba nuclear se calcula que solo en pruebas se han detonado más de 2000 bombas, las cuales al liberar energía han trasformado territorios en miles de kilómetros y han causado más de 400 mil muertes humanas por enfermedades cancerígenas, debido a la exposición a radiación.
Destrucción de vegetación por el ‘agente naranja’

Helicóptero de la armada de los Estados Unidos esparciendo el ‘agente naranja’. Foto: Wikimedia.
En la guerra de Vietnam, para vencer al enemigo, Estados Unidos acabó con el camuflaje ambiental, compuesto por miles de kilómetros de vegetación que servía de protección a los vietnamitas.
La estrategia militar usada por los norteamericanos se conoció como la ‘operación peón de rancho’-.
En ella se utilizaron más de 70 millones de litros de agentes químicos exfoliantes ‘agente naranja’, que destruyó la vegetación para permitir la visibilidad de los pilotos de aviación.
Diez años después, cuando se suspende la guerra, los resultados son catastróficos por la destrucción del 15% del ecosistema.
En este sentido, Ngo Tung Duc, ecólogo de la Universidad de Hue de Vietnam, concluye que el ‘agente naranja’ afectó la población civil, los pilotos norteamericanos y las personas que volvieron a asentarse en los territorios, por las dioxinas que liberaron los químicos y que se trasmiten de madres a hijos.
Hoy, 50 años después, aún son causa de abortos y deformaciones genéticas en niños.
Los expertos concluyen que, con ocasión a las guerras, las costas europeas recibieron miles de toneladas de cianuro, adamsita, gas mostaza y tabún, componentes químicos explosivos que, al liberarse con los años, ponen en constante amenaza la vida de los humanos, tal como ocurre con las enfermedades cancerígenas.
Convenciones internacionales
Es regular que en los conflictos armados no se respeten los pactos o acuerdos humanitarios, lo que ha demandado de la comunidad internacional la constante revisión de los acuerdos, la actualización y adopción de nuevos mecanismos, dirigidos a la protección de la humanidad y prevención de daños a los recursos naturales. En ese sentido se tiene:
–La convención de la Haya de 1907, que prohíbe el uso de armas letales causantes de graves afectaciones a la población civil, muertes, lesiones o mutilaciones de mujeres, niños o quienes no han hecho parte de las armas.
Esta normativa se complementa con el Protocolo de Ginebra de 1925 relativo a la prohibición del empleo en la guerra de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos.
-La convención de Ginebra (1949 y 1977), que regula la humanización de la guerra, en cuanto a la protección de quien está por fuera del conflicto armado, y prohíbe del uso de armas químicas o de destrucción masiva.
La normativa se fortalece con la Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y el Empleo de Armas Químicas (1993).
–La resolución de observancia del Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados.
Con la adopción de los mecanismos que ponen límites a la guerra, se comprometen a los Estados en reconocer el sufrimiento humano que causan las confrontaciones y la devastación del ambiente, cuyos efectos terminan por padecerlos las generaciones futuras, ajenas a los conflictos armados.
La humanidad, en este 6 de noviembre, debe recordar los estragos que causa la guerra, no sólo mientras se desarrolla, sino por las consecuencias que tendrán que soportar las generaciones venideras, a causa de la destrucción del ambiente, debido al uso de armas letales que producen males mayores al simple vencimiento del enemigo.
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