Las protestas de 65 representantes a la Cámara del Partido Demócrata con su inasistencia a la posesión del nuevo Presidente, las manifestaciones de ciudadanos en Washington, y los silencios entre frase y frase en el primer discurso del magnate como Jefe de Estado, son muestras de los límites que ya pone la institucionalidad norteamericana al nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Por: Sergio García Hernández
A Donald Trump hay que ponerlo en control, eso quedó claro tras su primera intervención como presidente, en la que insistió en “hacer América grande de nuevo”, criticó el ‘Establishment’, prometió defender las fronteras de su país y no enriquecer más a otras naciones.
Su predecesor Barack Obama sabe eso y por eso, quizás, en el día de su posesión, el presidente saliente tomó por los hombros al magnate cuando iba rumbo al vehículo que los conduciría al Capitolio, en donde el multimillonario hizo el juramento como Jefe de Estado del país de las barras y las estrellas.
Obama, con ese gesto, parece haber gritado que Trump necesita control. Y al mundo le quedó claro, minutos después, cuando el republicano realizó su primer discurso como presidente de los Estados Unidos.
Con los hombros agachados, la mirada sin punto fijo y levantando su dedo pulgar para despejarse de la presión, Trump arrancó su intervención. Sus primeras palabras como jefe de Estado fueron consecuentes con el discurso que lo llevó a la Presidencia.
En sus pronunciamientos perduraron frases cargadas de críticas y emoción hacia lo que él llama el ‘Establishment’, es decir los políticos de Washington, el Gobierno de Obama y la comunidad internacional.
“Hoy se está transfiriendo el poder de Washington para dárselo a ustedes las personas”, fue una de las primeras frases de Trump, en un tono que se mantuvo en los 20 minutos que duró su intervención.
Trump no paró de decir que llegaba para escuchar a todos aquellos ignorados por Washington y que volvería a hacer América grande de nuevo.
En su discurso, además, se mantuvo el tono discriminatorio contra los inmigrantes. Sin referirse específicamente a un sector de la población, el nuevo presidente de los Estados Unidos dijo que otros países destruyen el empleo en su territorio.
“Defendemos las fronteras de otros países y nos negamos a defender las nuestras”, apuntó el presidente Trump, quien también aseveró “hicimos ricos a otros países mientras el nuestro perdía confianza con el mundo”.
El discurso del multimillonario, de esa manera, tuvo como componente principal poner a “América primero”, y describió el futuro de su país como un territorio seguro, con empleo para los estadounidenses, más puentes y más avenidas.
“Cada decisión en temas de inmigración, relaciones internacionales, impuestos va ser pensando en nuestro país y nuestros trabajos”, aseguró el presidente estadounidense, quien pese a hacer pausas entre frases, recibió apenas unos pocos aplausos tras sus palabras en la posesión.
El discurso del magnate no cambió con respecto al que utilizó como candidato, por lo que las dudas sobre lo que se debe esperar de su Gobierno se disiparon.
Estados Unidos está liderado por un hombre que será duro con los inmigrantes, no cree en el calentamiento global, que puede poner en aprietos tratados comerciales, y que de alguna manera legitima actitudes y comportamientos discriminatorios.
A ese tipo de posiciones y actitudes populistas, le tiene que hacer frente la que se considera la nación ejemplo de sistema democrático del mundo.
Estados Unidos y su institucionalidad tienen la responsabilidad de poner límites a un personaje que tiene en mente un muro, la deportación de indocumentados, y un planeta sin problemas ambientales que atender.